25 de diciembre de 2010

25'

De un impulso se levantó, suspiró y decidió ponerse a andar. Tras unos pasos se dio cuenta que se alejaba de aquel banco, donde había vivido tantos momentos junto a él. A lo mejor no estaba segura de dejar todos sus recuerdos atrás y se podía arrepentir en el séptimo paso que diera, pero sabía que lo tenía que hacer.  Le gustaría ser la dueña del tiempo y retroceder a aquella tarde de verano, en ese mismo banco sentados contando mil aventuras y descubriendo recovecos de su propia historia. Podía recordar ese momento de una forma tan intensa que a veces parecía vivirla: su sonrisa alentando sus temores,  cada mirada, caricias y palabras que desprendía eran simple tranquilidad. Ella aún lo sentía aunque ya fuera tarde. Sabía que por mucho que quisiera no podía, a no ser que el volviera  y diera una explicación y se quedara para siempre. Ya era el séptimo paso que daba y cada vez se alejaba un poco más, siguió caminando e intentaba no mirar atrás, fue en ese momento en el que se dio cuenta que las lágrimas no hacen que una persona vuelva a querer a otra y mucho menos que vuelva.





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